Días de barro

De vez en cuando salgo a caminar la vida
me duele hasta ahora el sonido del paisaje inacabado.
Nada me es familiar
la casa, los libros, la manzanilla antes de acostarme.
No se si detenerme o ir de una vez hasta el fin de lo esperado
hacia el cielo dilatado, hasta el suspiro -terrible delator-
Nada me pertenece
excepto la humedad de las palabras que dirijo al viento.
Nada ha sido mio
excepto la sospecha, el rumor, el desconcierto.
Nada, ni la música habitando soledades
ni el sabor del domingo fatigado.
Desnuda y prisionera de lo que nunca fue.
Terrible mano, la mia, agotada y ciega
terrible corazón, el tuyo, que desconoce mi llamado.
Muda al tacto frente a este inmenso cielo dilatado.

Vértigo que me posees.

Ser mujer es desposeerse, frente al límite.
Para ser yo misma -si eso es posible- hace falta tu mirada.
Nómbrame y desliza tu deseo entre mis manos
soy sólo barro enamorado de la luna
mientras dura la noche
mientras se agota el sueño.
Soy sólo el polvo por donde camina la vida
sin forma alguna
amando este cielo dilatado.
Nada me pertenece, salvo el vértigo
cuando salgo a caminar la vida.

2 comments:

Anonymous said...

Deseo de vecindad con el otro.
De piel.
Del abrazo de la mirada hasta el infinito que nos vuelve finitos y tangibles.

Nos devuelve la forma.

O más bien, la crea.


"nada nos pertenece salvo el vértigo"

Ani B. said...

ay, ay... mar, a veces es asi...

"nada nos pertenece salvo el vertigo"

la palabra anudando las entrañas

de la noche.

Entre los pliegues del mar.

(un placer leerte!)